martes, 28 de octubre de 2014

El vapor Cabo Machichaco (I)

Después de pasar el preceptivo período de cuarentena en la isla de Pedrosa, el vapor Cabo Machichaco, construido en 1882 en Newcastle, con matrícula de Sevilla y propiedad de la naviera Ybarra, atracó en el muelle 2 de Maliaño la soleada mañana del 3 de noviembre de 1893. Transportaba en sus bodegas raíles y otros productos siderúrgicos, harina, fardos de papel, madera y varias garrafas de ácido sulfúrico, entre otras mercancías.

Cuando a media mañana empezó la descarga del barco, la actividad en los muelles era frenética: grúas en movimiento, vagones y carros llevando mercancías de un lado a otro, estibadores acarreando sacos... Pasaba la una y media de la tarde cuando en los despachos de las autoridades se recibió el aviso de que había un incendio en el Cabo Machichaco. Al parecer, una de las garrafas de ácido sulfúrico había explotado y empezado a arder en la bodega de proa, extendiéndose el fuego rápidamente al resto de mercancías.



 El vapor Cabo Machichaco ardiendo

Un barco ardiendo en el puerto era un espectáculo que no se vía todos los días, por lo que enseguida se congregó una multitud de curiosos a verlo. El incendio se intentó apagar con los medios disponibles a bordo del propio Cabo Machichaco y con la ayuda de los bomberos. También colaboraron varios miembros de las tripulaciones de los barcos que en ese momento se hallaban en el puerto: los transatlánticos Alfonso XIII, que había llegado el día anterior procedente de Cuba, y Catalina y los mercantes Galindo (francés) y Eden (inglés). Las autoridades, que se encontraban a bordo del Cabo Machichaco, ordenaron a las tripulaciones del vapor auxiliar Nº 5 y del gánguil Santander colaborar en las tareas de extinción. Dada la dimensión del incendio, la muchedumbre que contemplaba el espectáculo era cada vez mayor, llegándose a congregar más de tres mil personas en el muelle y sus alrededores. También había gran multitud de curiosos en las machinas, subidos a las grúas y en los balcones y miradores de las casas de la calle Méndez Núñez.

Curiosos contemplando las labores de extinción del fuego a bordo del barco

Cerca de las cuatro de la tarde, con el incendio aún sin dominar, se supo que en el barco había más de mil cajas de dinamita que no habían sido declaradas y no constaban en el conocimiento del embarque. Al correrse la voz, muchos salieron corriendo, pero, al ver que las autoridades seguían a bordo del barco, decidieron volver. Al ver que los trabajos de extinción eran ineficaces, se ordenó abrir agujeros por debajo de la línea de flotación para hundir el barco.

Grabado que recoge el momento de la explosión

A las cinco menos cuarto de la tarde se produjo una tremenda explosión, descrita por algunos como "un trueno apocalíptico que ensordeció a la multitud", y a continuación una lluvia torrencial de hierros candentes. La explosión produjo una tromba de agua de miles de toneladas que arrastró a muchas personas al mar, de las que muchas lograron sobrevivir. Cuerpos humanos destrozados y todo tipo de escombros (cadenas, planchas, anclas...) fueron proyectados en todas las direcciones. La carga de una bodega cayó sobre la muchedumbre que estaba en la carretera de Maliaño, junto al muelle. Un calabrote llegó a Peñacastillo, donde mató a una persona, y otro hasta el Semáforo, situado en La Magdalena. En el tejado de un almacén de maderas situado a dos kilómetros aparecieron dos piernas.

La fatalidad y la casualidad quisieron que en aquel momento saliera de la estación el tren de Solares, sobre el que cayó una buena parte de los restos del barco, causando numerosas víctimas. Todos los que estaban a bordo del Cabo Machichaco en el momento de la explosión desaparecieron, incluidas la mayor parte de las autoridades de Santander (el bastón del Gobernador Civil apareció en la playa de San Martín) y 32 tripulantes del Alfonso XIII, entre ellos su capitán, Francisco Jaureguízar. También hubo que lamentar la pérdida de la mayoría de los bomberos con que contaba la ciudad, de todos sus superiores y de todo su equipo contra incendios.

Cuando la dinamita se moja exuda y produce nitroglicerina, que es muy inestable, y se cree que las vibraciones producidas al hacer los agujeros para hundir el barco fueron las que hicieron estallar la nitroglicerina.



La calle Méndez Núñez en llamas y en ruinas

Varias casas de la calle Méndez Núñez se vinieron abajo por efecto de la onda expansiva y empezaron a arder numerosas casas de las calles Méndez Núñez y Calderón de la Barca, así como el Depósito de Tabacos, la Audiencia, el Convento de San Francisco y un largo número de edificios de la ciudad. En total ardieron 60 edificios y resultaron gravemente dañados otros 86. Como en la explosión murieron prácticamente todos los bomberos de la ciudad y todo su material quedó destruido, hasta pasado más de un día no se pudo atacar debidamente el fuego, cuando llegó ayuda de la provincia y de provincias limítrofes. Los incendios se apagarían definitivamente el día 11 de noviembre.

Un periodista de la época escribió: "Tres minutos después del muelle de Maliaño habían desaparecido todas las personas que pudieron huir; en aquel sitio, encenagados, hundidos entre la basa que allí cayó al estallido de la dinamita, había cientos de cuerpos humanos horriblemente mutilados casi todos. Algunos, aún con vida, lanzaban desgarradores alaridos, y otros agonizaban. Quien no vio aquella planicie de Maliaño cubierta de cadáveres, no podrá nunca formarse idea de lo que ocurrió el viernes en este pueblo".

Por la noche, la escena era aún más dantesca al resplandor de las llamas de las casas que ardían. La gente buscaba a sus familiares desaparecidos entre gritos de angustia y dolor. Sin descanso, centenares de carromatos llevaban una macabra carga de cuerpos destrozados a la Casa de Socorro y al Hospital de San Rafael.

Traslado de heridos al hospital según un grabado de la época

Una vez más, los santanderinos demostraron su solidaridad. Supervivientes y demás vecinos de la ciudad acudieron a prestar su ayuda para transportar heridos y recoger cadáveres. El resultado de la explosión fue de 590 muertos y 2.000 heridos.



Restos del barco después de la explosión

Al día siguiente de la explosión se supo que aún quedaban unas 500 cajas de dinamita intactas en la bodega de popa, lo que causó mucha preocupación entre la población, por lo que se iniciaron los trabajos de extracción, que se suspendieron en febrero de 1894. Durante ese tiempo se extrajeron un buen número de cajas y más de 1.000 kilos de nitroglicerina líquida, extraída con una bomba.

Grabado que recoge los trabajos de recuperación de la dinamita que quedaba en el barco

A las nueve y cuarto de la mañana del 21 de marzo de 1894 se cumplieron los peores temores de los vecinos: se produjo una segunda explosión. Se cree que fue provocada por la lámpara de un buzo. Esta explosión hizo volar la popa del barco en una longitud de unos 10 metros, quedando sobre el fango del fondo un gran amasijo de hierros, los restos de la sala de máquinas y de la carga que aún quedaba en la bodega.

En esta segunda explosión murieron 15 personas y resultaron heridas otras 7, todas ellas operarios de la Junta de Obras del Puerto.


El vapor Cabo Machichaco (II)

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