lunes, 15 de febrero de 2016

Un poco de historia (XLV)

Calles de origen militar


Paseo del General Dávila

A finales del siglo XVIII, debido a la guerra con Francia, y temiendo un posible desembarco francés, el Ayuntamiento y las autoridades militares de la ciudad colaboraron en los preparativos de la defensa de la ciudad. Para ello se desplazó a Santander el mariscal don Juan de Pignatelli, que asumió la dirección de dichos preparativos. Entre los mismos figuraba la apertura de caminos que comunicaran la población con los distintos puntos defensivos situados en la costa, desde el castillo de Liencres hasta el de San Salvador de Hano, situado en La Magdalena, así como caminos transversales. Estos caminos debían ser lo más rectos posibles, tener el menor desnivel posible y la anchura suficiente para que dos carros pudieran cruzarse, y para que las personas y jinetes que por él circularan no se molestaran. De este modo se podían transportar armas y pertrechos de un castillo a otro rápida y fácilmente.

Uno de estos caminos comunicaba el castillo de Pronillo con el Alto de Miranda, "esto es, toda la Alta, para facilitar el paso de los cañones violentos que estos días deben andar con el Regimiento de mi cargo, haciendo fuego cuando llegue el caso para impedir la entrada de los enemigos si se verificase el desembarco".

Palacio de Riva-Herrera en Pronillo

El camino del Alta, de veintiséis pies de ancho de cuneta, estuvo terminado en poco tiempo y quedó practicable para poder circular por él. Con el tiempo, se construyeron residencias de verano, casas familiares con jardines, etc., que fueron dando un toque de distinción al camino, convertido en paseo. A partir de mediados del siglo XIX varios propietarios cedieron parte de sus terrenos para urbanizar el paseo, construir cunetas, plantar árboles, etc. La mayoría de las residencias se construyeron en el lado sur del paseo, mientras que el lado norte siguió conservando su aspecto rural con huertas, ganado, etc. En 1905 el paseo recibió el nombre de Francisco Sánchez de Porrúa (alcalde de Santander y comerciante del siglo XIX). En 1937 recibió el actual nombre en homenaje al general Fidel Dávila. Sin embargo, popularmente sigue siendo conocido como "el Alta".


Paseo de El Alta

En 1895, en el Prado de San Roque, se inauguró el Cuartel de "María Cristina", sede del Regimiento de Infantería Valencia Nº 23, que fue cerrado en los años 90. Este Regimiento participó activamente en la lucha contra el incendio de Santander de 1941 creando cortafuegos con la demolición controlada de edificios y otras construcciones que aún no habían ardido. En sus terrenos hoy hay viviendas, un pequeño parque y un centro de salud. Del cuartel sólo quedan el campo de fútbol y el edificio de la Residencia de Oficiales, actual sede del Centro Cívico "María Cristina".

Cuartel de "María Cristina", sede del Regimiento de Infantería Valencia Nº 23 (1958)

Paseo del Alta (1937)
En primer plano, la fábrica de Curtidos Mendicouague

En esta calle, por ser la zona más alta de Santander, están situados cinco de los seis depósitos de agua que hay en la ciudad. De este a oeste, son los siguientes: Arna (en la esquina con la calle Francisco Palazuelos, popularmente llamada calleja de Arna), El Avellano (frente a la Finca de Jado), La Atalaya (frente al campo de fútbol del antiguo cuartel), MacMahon (junto al antiguo Centro Meteorológico) y Pronillo (en la Traída de Aguas). El sexto depósito está en Cueto, en la calle Bellavista. Para alojar a parte de la gente afectada por el incendio de febrero de 1941 que perdió sus viviendas, se construyó en la Quinta Porrúa el grupo de viviendas "Jacobo Roldán Losada". En 1907 abrió sus puertas el Colegio Salesiano "María Auxiliadora", de los Padres Salesianos.

 Paseo del General Dávila (1985)


Paseo de Menéndez Pelayo

Otro camino que era considerado indispensable era el que partía del Río de la Pila y llegaba al Alto de Miranda, donde convergía con el camino del Alta. Este camino era el que más ventajas presentaba "no sólo por el menor costo que tendrá su rehabilitación, sino porque también ofrece la más pronta comunicación con el Sardinero y castillo de San Salvador de Hano y la mejor situación para hacer un paseo que aumente la hermosura de las inmediaciones de la ciudad y el recreo de sus habitantes". Este camino se trazó con un ancho de siete varas y, al igual que sucedió en el paseo del Alta, éste también se fue convirtiendo en una vía reservada a chalés y villas residenciales, aunque también se construyeron casas de vecinos. En el lado sur del paseo hubo que construir gruesos cimientos y altos muros de contención para poder levantar las casas sobre la ladera de Tetuán.


Paseo de La Concepción (1900)

Confluencia de los paseos de La Concepción y del Alta en Miranda

En 1848 recibió el nombre de "La Concepción" por la ermita dedicada a la Inmaculada Concepción situada en Miranda. En 1875 fue calificado como "Paseo" debido a que cada vez más gente lo utilizaba para desplazarse a pie hasta El Sardinero. El nombre actual de paseo de Menéndez Pelayo lo recibió en 1903, cuando todavía vivía Marcelino Menéndez Pelayo, como homenaje al insigne polígrafo.

A finales del siglo XIX empezó a circular por el paseo de La Concepción el tranvía de Miranda, que salía de la calle del Martillo. A principios del siglo XX se plantaron los plátanos que hoy en día forman la característica bóveda que cubre la calle. Aún es posible encontrar a personas mayores que se refieren al paseo por su anterior nombre de Paseo de La Concepción.


Paseo de La Concepción

Paseo de Menéndez Pelayo


Paseo de Menéndez Pelayo (1985)


Cuesta de la Atalaya

En un plano de 1788 del brigadier don Vicente de Tofiño San Miguel que recogía las baterías dispuestas alrededor de Santander, ya aparece un camino que partía de la puerta de Santa Clara y llegaba hasta el Alta. Poco a poco se fueron construyendo pequeñas casas con huertas y establos a ambos lados del mismo, formando un pequeño barrio fuera de la muralla que rodeaba la ciudad. Este camino pronto adquirió importancia militar pues unía, en línea recta, el castillo de San Felipe, junto a la Catedral, con una atalaya situada en el Alta y que fue erigida por el Real Consulado de Mar y Tierra. Desde lo alto de ésta se divisaba el mar y se podía ver qué barcos se acercaban a la ciudad. Pese a su pronunciada pendiente, por este camino se subieron cañones para proteger a la ciudad, y por ella circulaban gentes que entraban y salían de la ciudad.

Con el tiempo las pequeñas casas se fueron transformando en edificios de vecinos, muchos de los cuales seguían conservando una pequeña huerta en la parte trasera. Se abrieron pequeñas calles transversales y cercanas (Tantín, San Sebastián, San Celedonio, Vista Alegre, etc.) que fueron creando un barrio con su propio tipismo y carácter.

Cuesta de la Atalaya (1914)

Cuesta de la Atalaya

Sin embargo, en febrero de 1941 toda la margen derecha de la calle, hasta la calle Tantín, desapareció pasto de las llamas del pavoroso incendio que destruyó gran parte de la ciudad.


Un poco de historia (XLVI). La plaza del Príncipe
Un poco de historia (XLIV). Fábricas e industrias en Santander (II)
 

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